Dulcemente te paseas por las calles de la ciudad, haciendo sonar tus tacones con pasos cronometrados, corriendo tu vista con destellos, esa vista que se encanta en un espejo, que se jacta de algarabía mirando de un lado a otro para ver que chico te pilla pasear.
Inocente de tu futuro o presente, no te percatas de lo que la gente siente, siempre queriendo algo que ya tienes, siempre deseando algo que no debes…
Huyendo de tus verdades, desafiando al mismo tiempo y jugando a ser hija de dioses paganos.
Paseando un día por las calles te encontré, con el sol cayendo al ocaso, dibujando contrastes en tu cuerpo, con tu boca color bermellón, roída por el tiempo, asechada por el futuro y oscurecida por el presente…
Tu nombre no pude recordar, ni tu clase de vida tampoco, solo tu resaltante anatomía carente de evidencias.
Te tropezaste conmigo aquella vez, pero no me pudiste reconocer.
Tu dulzura se volvió contra ti, y la suerte te dio la espalda, y el reloj te condenó con sus agujas, cuan espadas que hacen verter linaje y el desapego a la vida te invadió cuando un violador te encontró, apuñalando tu alma, desnudando tu ser, pasando a ser víctima de tu pequeño existir.
Los atributos que te vestían volaron con el viento sin intención de dejar advertencias.
La sensualidad de tu cuerpo desapareció, el desaliñar de un mendigo te invadió, destruida por el mundo vas vagando hasta que encuentres un destino mas vago… Con lágrimas abundantes que te han bañado, sin rumbos en tu vida te encuentras y maldices tu propia existencia, empujando al abismo tu propio ser y bajando la mirada al pasar la gente, deseándote la muerte sin saber que hacer, pues tus miedos corre en un rumbo distinto.
Paseando un día por las calles vi tu cuerpo sin vida, perpleja me quedé cuando te toqué, aun tibia te encontrabas, con la mirada fija, con la ropa desgarrada, ensangrentada por tus venas cortadas, terminada por tus manos, dejando el sabor de tu cuerpo en el piso la suerte echada.
Autores:
Haydee Pacheco
Carlos Arturo.